Turismo y Cultura

Leyendas

Pedro El Negro

Había un bandido apodado Pedro El negro quien, junto con su banda, guardaba monedas de oro, charolas de plata y joyas en su guarida. Dicen que se trata de una cueva por los rumbos de la Cañada, a unos kilómetros de Lerma. Un día sin más, él y su banda desaparecieron. Desde entonces, los lugareños buscan el paradero de su escondite.

Se dice que solo los 3 de mayo es posible encontrar su guarida pues, por ser día de la Santa Cruz, los espíritus que resguardan los tesoros no pueden actuar para protegerlos.

Ese  día la cueva se abre para dejar al descubierto los tesoros y, quienes lo ven y comienzan a tomar monedas o joyas, oyen una fuerte y cavernosa voz que les dice: “O todo o nada”.

Llevados por la ambición, dejan fuera de la cueva las riquezas, para volver con un vehículo o un animal para acarrearlas. Y, sin embargo, a las 12 de la noche del 3 de mayo ya no pueden encontrar ni la entrada al escondite, ni los tesoros que habían acumulado en el exterior.

Se cuenta que muchas personas han quedado atrapadas dentro y que son sus espíritus ambiciosos los que se vuelven los nuevos guardianes.

¿ Quién era Pedro El negro?

Nadie lo sabe. Y quizá su identidad se ha perdido en la memoria. Lo verdadero es que hoy su leyenda forma parte de las pláticas familiares y la historia de sus tesoros ocultos sigue atrayendo a muchos aventureros.

Fuente: Lerma, mitos y tradiciones : el origen de su pensamiento, UAM-Lerma.

La Sirena

Mitad mujer, mitad pez, La Sirena de la Laguna de Chimaliapan, salía a peinar sus largos y dorados cabellos en una piedra, el trono de una reina situado entre legendarios sauces llorones.

Creadora de la fauna acuática, vivía a orillas de la Hacienda de Texcaltenco,  (Rancho Capetillo), y desde ahí cuidaba a sus criaturas.

Cuentan que un día llegaron unos arrieros, al pasar por el paraíso lacustre, vieron a la Sirena peinándose con su escobeta y su peine de hueso.

Señorita, ¡pero qué preciosa está usted! Cásese conmigo y me la llevo pa´mi pueblo… le dijo un arriero impactado por su belleza.

Ella le dijo que sí, con la condición de que se hiciera cargo de todos sus hijos. Confiado el arriero le pidió conocerlos.

Entonces la Sirena alzó los brazos.

Estos son mis hijos contestó, mientras que de su cuerpo caían culebras, ajolotes, escorpiones de agua, ranas, carpas y pescados blancos Asustado el arriero corrió y no volvió más.

De Morelos llega otro arriero atraído por la fama de su belleza. La encontró peinando su larga cabellera en la piedra lisa y redonda.

¡Qué hermosa y bella es usted¡ Le propongo matrimonio y me la llevo pa´ mi tierra le dijo. La Sirena respondió que aceptaba si podía mantener a todos sus hijos. Levantó los brazos y de ellos salió todo tipo de animales acuáticos: padrecitos, acociles, patos, garzas y gallaretas.

Aunque asustado, el arriero aceptó. Cuando la Sirena salió del agua, el  hombre la abrazó y no la soltó hasta que la encerró en uno de los huacales que traía sobre las mulas. Se la llevó al Estado de Morelos que, gracias a su presencia, cuenta con numerosos manantiales.

Lerma perdió así a su Sirena y el esplendor de la laguna ya no es la misma que cuando la habitaba.

Fuente: Lerma, mitos y tradiciones : el origen de su pensamiento, UAM-Lerma.

El Sireno

Con atuendo de charro, mitad hombre y mitad pez. Era una deidad acuática que se le aparecía a las jóvenes mujeres que bajaban a la laguna a lavar ropa o utensilios.

Dicen que se aparecía en las penumbras, muy de madrugada o al atardecer, para encantar a las mujeres.

¡El Sireno es cosa del demonio!, decían los lugareños, su aparición atemorizaba a toda la gente de los pueblos ribereños dedicada a la pesca y caza de aves migratorias.

Fuente: Lerma, mitos y tradiciones : el origen de su pensamiento, UAM-Lerma.

La Llorona

Arrastrando  las cadenas sujetas a sus tobillos, un esqueleto de mujer vestido de blanco se desplaza flotando por el aire.

Los pies de la Llorona jamás tocan el suelo, con sus manos descarnadas cubre su huesuda cara y en la oscuridad se oyen sus lamentos.

¡Ay, mis hijos! ¿Qué será de mis hijos? ¡Ay mis hijos!

Su voz recorre los pueblos en forma de un gemido que asusta al más valiente, corriendo despavoridos al ver ese ser del más allá.

Se trata de una viuda que se lamenta el futuro de sus hijos, huérfanos y desamparados. Sus hijos fueron asesinados y ella sale de la tumba para llorar su perdida.

Fue una esposa infiel y que, como no encuentra la paz del sepulcro, viene  a la tierra a penar para alcanzar el perdón.

Fuente: Lerma, mitos y tradiciones : el origen de su pensamiento, UAM-Lerma.

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